Un hombre flaco


Un hombre flaco con muchos Cuentos

buensalvaje

Baldomero_06_1x

Un hombre flaco

Por Daniel Titinger


Sobre Ribeyro ya se ha dicho y escrito mucho, aunque quizá nunca lo suficiente. Prueba de ello es Un hombre flaco, el extenso perfil sobre el autor de La palabra del mudo que Daniel Titinger publicará con Ediciones Universidad Diego Portales, de Chile. De ese libro, presentamos un adelanto de tres capítulos que nos permiten redescubrir imágenes inéditas del querido escritor.

3

La fotografía es de mediados de 1994. Julio Ramón Ribeyro está de pie, en la terraza de su departamento de un sexto piso en el distrito de Barranco, en Lima. Parece una estaca con las manos en los bolsillos y mirando el mar. Se lo ve tan delgado que cualquier brisa lo podría alzar como un pañuelo. Sonríe o hace una mueca tímida con la boca, escondiendo los dientes amarillos por el tabaco, bajo esa nariz afilada como un anzuelo, bajo…

Ver la entrada original 5.040 palabras más

Por las azoteas – Julio Ramón Ribeyro y Nino PiPPa


Gracias a un amigo he descubierto al que fue uno de los narradores peruanos más notables del siglo XX; Julio Ramón Ribeyro, su obra cuentística, sobre todo, es de las más fecundas y significativas. Buena parte de ella, sin embargo, fue escrita y publicada discretamente, sin recibir la atención y el reconocimiento que merecía.

Escritor marginado, exiliado (física y existencialmente hablando) que escribe por placer (sin pretenciones morales o sociales), que desaprueba la experimentación, abdica de las ideologías, que es ecléctico en cuanto a las teorías estéticas, sobrio en su presentación formal, que huye de lo institucional con todos los sentidos de la vida y el pensamiento, que desconfía de la revolución y sus buenas intenciones y métodos; en pocas palabras, Ribeyro es tan desarraigado como sus personajes, y privilegia únicamente la relación con su propia interioridad.

julio-ramon1

Sobre sí mismo nos dijo palabras como:

«Escritor discreto, tímido, laborioso, honesto, ejemplar, marginal, intimista, pulcro, lúcido: He allí algunos de los calificativos que me ha dado la crítica. Nadie me ha llamado nunca gran escritor. Por que seguramente no soy un gran escritor».

«El hombre es un animal solitario, si cree en algo se engaña, si procura algo fracasa, la vida es un proceso irremediablemente destructivo; la historia de la humanidad un melancólico disparate. «La vida no tiene sentido y, por tanto, no hay que empeñarse en buscarlo.»

Aquí os dejo un bonico cuento, que podéis adaptar a vuestra miopía…

 

Y para ilustrar este texto de azoteas os dejo a Nino Pippa un pintor italiano, nacido en Cerdeña, que me ha atrapado con sus alegres y coloridas calles venecianas.

soronto

veneciafrancerivorno20al20canal20grande-221

cupula

girasoles

tRaficante de miRadaS


Escucha Candombito de Kevin Johansen

Me topé con este sencillo y bonito lugar de pequeñas historias contadas desde Argentina e ilustradas con originalidad.  Pensé que era un lujo  invitaros a echar un ratito agradable en su interior.

 

 

TRAFICANTE DE MIRADAS

Fue así como a los ocho años, Ramiro experimentó su capacidad para convocar miradas…Su mirada furtiva acechaba a la presa que siempre cedía, rotaba su cabeza y lo observaba..

Con el transcurso de los años, Ramiro se convirtió en un gran domador de miradas. Podía doblegar las trayectorias retinianas y entreverarlas a voluntad…

Miradas mezquinas y poco profundas. Miradas sumisas, miradas rebeldes, son la arcilla que moldea…Los malos, los buenos; los felices, los desdichados; los artistas, los estadistas; todos adolecen de alguna desidia visual…

puedes leerlo entero..

Y se lo dedico a mi amigo que todo lo ve… Alcaudoncillo

 

aGua con cOlOr


Yo soy esta muñeca, muñeca de trapo, dejada caer en un lugar cualquiera, con la mirada absorta, vestida con telas estampadas y rellena con trapos de colores, de todos los colores; llevo verdes tranquilos, naranjas ácidos y con chispa, azules fríos y secos, amarillos brillantes que a veces deslumbran, rojos cálidos y tiernos, blancos amables y sin malicia, negros opacos y clandestinos.  No me gustaría tener grises, pero los tengo, confusos, indecisos, como nubes de vapor que me nublan entera y me paralizan. Me pierdo en el gris.

 

Pero hay momentos en que no me veo, ni me distingo, no tengo color,  incolora como una gota de agua, y creo formar parte de la que llena un gran barreño de colores vivos,  colores que yo no puedo ver…y me voy hundiendo. A veces aparece una mano amiga, formando un cuenco, a recogerme y me levanta, me mantiene, pero me escurro entre sus dedos y caigo. Otras veces aparecen niñas que me recogen con cuidado en un cacito para jugar, pero envueltas en sus juegos me olvidan y  me evaporo. Vuelvo a mi barreño. Incluso un hombre me llama en ocasiones desde el borde para enseñarme los colores del plástico y sopla para acercarme a la orilla, descubre entonces que puede silbar y se va con su música a otra parte.

Es cuando decido llegar a la orilla por mis propios medios, y utilizo la risa para vibrar, me río, me río del gris, me río de mí y con esta danza consigo llegar a la orilla y empiezo a ver los colores y me río aún más, hasta que puedo escalar por sus paredes y llegar arriba para asomarme a lo que para mí es un abismo. Pero lo que veo a mi alrededor me sorprende, cantidades de barreños, todos con sus gotas de agua indecisa y triste, con miedo;  pero no!, no es agua!, son litros de lágrimas, la gota es una lágrima espesa y densa que apenas puede moverse, ni reirse, no puede llegar a la orilla ni ver los colores.

 

 

Y yo no quería ser una gota de agua transparente, agua dulce, cuando hay gotas de lágrimas en aguas turbias, aguas amargas.

Me vuelvo a mi muñeca de trapo con colores vivos.

 Marionetas: Marina Seoane

 

 

 

 

 

 

 

cuanDo la cásCara enVejece


Articuento de Juan José Millás

Ánimo


Tomo notas, indistintamente, con un bolígrafo o con un lápiz colocados junto al ordenador, sobre un cuaderno escolar, de rayas. Al lápiz hay que sacarle punta de vez en cuando, lo que constituye una actividad artesanal que sirve también para la reflexión. Pero la diferencia más notable entre él y el bolígrafo es su modo de perecer. El bolígrafo no cambia de apariencia ni siquiera cuando se encuentra en las últimas. Y deja un cadáver tan curioso que nadie diría que está muerto si no fuera porque no pinta nada ya, aunque resucite a veces de improviso y trace un par de líneas, incluso un párrafo, antes de volver a expirar. La gente se resiste a desprenderse de los bolígrafos vacíos porque continúan como nuevos. Sólo se consumen por dentro, en fin, y siempre se acaban a traición, como el butano. El lápiz, en cambio, agoniza por dentro y por fuera a la vez, y deja un cadáver mínimo, un detrito del que uno se deshace sin ningún sentimiento de culpa. Punto y aparte.


La naturaleza presenta casos semejantes al del bolígrafo. Ahí está el caracol, que envejece sin una sola arruga exterior, sin un fruncido. Y no hay que sacarle punta cada poco: él mismo, mientras vive, asoma los cuernos al sol, caracol quiscol, y una vez muerto, si te encuentras la concha en un tiesto o en el agujero de un árbol, la guardas en el bolsillo y al llegar a casa la colocas junto a los bolígrafos difuntos. Tenemos una pasión curiosa por la cáscara, de ahí la afición a las cajas, sobre todo a las cajas fuertes. Hay personas que coleccionan pastilleros vacíos, que viene a ser lo mismo que guardar bolígrafos sin tinta, con los que sólo se pueden escribir poemas inexistentes, que muchas veces son los mejores.
Pese a todo, tal vez sea más digna la actitud existencial del lápiz que la del bolígrafo, la de la babosa que la del caracol, aunque no dejen cáscara para los arqueólogos. Conviene sacarse punta cada mañana, pese al espanto de ver cómo se agota uno. Lo complicado de sacarse punta es saber cuánto te tienes que afilar para escribir lo suficientemente claro sin romperte antes de que hayas acabado la novela o la vida. Pero eso constituye un ejercicio de conciencia, y quizá de consciencia, bastante saludable.

Ánimo.