Se despertó Adán y no dijo «¿dónde estoy?», ¿pues en qué otro lugar que no fuera el Paraíso podía estar él?, sino que indagó de Eva: —¿Qué te pasa? Eva no respondió. Volvió a besarlo. Lo besó con un beso todavía más profundo que el anterior; lo besó con un beso tan extraordinariamente profundo, que un pedacito de manzana, que ella conservaba aún en su boca, pasó a la boca de Adán.Y Adán comió aquel pedacito de «no sabía qué». Así fue, señores, y no de otra manera, cómo Eva le dio a Adán la manzana; se la dio como los novios se dan los bombones cuando nadie les espía; como los recién casados se dan los postres durante la luna de miel; como únicamente podía dársela, para que él —más noble, más sencillo, más respetuoso siempre que ella con las leyes— se decidiese a aceptarla. En cuanto a las consecuencias, imagino que ya las adivináis… No bien hubo probado a su vez la manzana, Adán notó dentro de sí la misma variación que había notado Eva y se vio invadido de idéntico sentimiento que a ella le invadiese. Y ahora, al recibir un tercer beso de Eva, Adán no le preguntó ya: —¿Qué te pasa? sino que susurró: — ¡Vida mía’ Y la devolvió mil por uno.¡Qué día! ¡Ah, qué día y qué noche de entusiasmo recíproco, de delirio, de frenesí’…¿Os han comprado, de niños, una bicicleta? Cuando, de niño, le compran a uno una bicicleta, no se abandona la bicicleta más que el tiempo justo para comer; y aun durante la comida se tienen los ojos clavados en el artefacto, introducido previamente en el comedor con tal objeto. Y en sueños se sigue viendo la bicicleta, y se despierta uno a medianoche para comprobar que continúa allí, y manosearla de nuevo, y de nuevo dirigirle ardientes miradas de posesión…Pues eso fue el amor para Eva y Adán: una bicicleta con dos sillines. No bien aquella manzana del Bien y del Mal les abrió los ojos a las cosas del Mundo —y les permitió ver el mundo con los ojos de los sentidos— Adán y Eva circunscribieron sus actividades a amarse, a amarse, a amarse, a amarse, entre palabras tiernas y gemidos de gozo. Eso era el Bien. Pero al amanecer del otro día, fatigados, insomnes, con los músculos relajados, el corazón de plomo, los nervios asténicos y la lengua de estopa, hartos uno de otro, ahítos del exceso, Adán y Eva se miraban ya con odio. Eso era el Mal. Y el Supremo Hacedor vio claramente que Eva y Adán conocían el Mal y el Bien. Esto es: que habían comido la manzana.¿Para qué daros cuenta de la expulsión del Paraíso, de aquel primer desahucio que ha registrado la Historia? Todos conocéis el argumento…Todos sabéis cómo Adán echó la culpa a Eva, y cómo Eva —inventando la trola de que el animal había hablado—, echó a su vez la culpa a la serpiente. ¿El resultado? Que la serpiente, que hasta entonces andaba a saltos, fue condenada a andar arrastrándose. Que Adán y Eva hubieron de someterse a sufrir: ella, ganando el pan con el sudor de su frente; y él, pariendo sus hijos con dolor…Bueno: al revés…Y que un ángel, señalándoles la puerta con una espada de fuego, les dijo: —Por ahí se va a la calle, niños. En fin: un desastre.
EN EL MUNDO EXISTÍA UN NUEVO RESORTE VITAL: EL SEXO.
Hemos lanzado ya nuestra ojeada al período post-paradisíaco.¿Qué consecuencia sacamos de ella? La siguiente: QUE A PARTIR DEL INVENTO DEL PATRIARCA PENSATIVO, EN EL MUNDO EXISTÍA UN NUEVO RESORTE VITAL: EL DINERO.